martes, 24 de noviembre de 2009

El año 2050: un real motivo para preocuparse

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Por Tomás Unger

Los cines están anunciando para el 2012 el “el fin del mundo”, un cataclismo supuestamente pronosticado por los mayas. Astronómicamente, el asunto no tiene ni pies ni cabeza, pero debe ser divertido ver Los Ángeles hundirse en el mar, una ola gigante barrer los continentes y colapsar nuestra civilización en un despliegue de efectos especiales. A la gente le encanta y está dispuesta a pagar por asustarse.

No me entiendan mal. Un cataclismo puede ocurrir, como lo hizo hace 65 millones de años, cuando un meteorito extinguió más de la mitad de las especies. Las probabilidades de que ocurra en tres años, tal vez hoy, dentro de tres semanas o tres décadas son las mismas. Lo más probable es que suceda dentro de unos 100 millones de años o de repente antes. Como diría el super-agente 86 Maxwell Smart: “¿Me creerían dentro de 50 millones?” Dejémoslo en diez millones y preocupémonos de algo más inmediato que ocurrirá 32 años después del 2012.

LA BOMBA

Al “Homo sapiens”, desde que descubrió el fuego, le tomó más de 100 mil años alcanzar el primer millón de individuos, según los antropólogos. Para el año 400 antes de nuestra era, se estima que ya había unos 200 millones de humanos en el planeta. Quintuplicar esta cifra y alcanzar los mil millones demoró más de 2.000 años. Recién en la primera mitad del siglo XVIII, en plena revolución industrial, la humanidad alcanzó mil millones. De allí en adelante el crecimiento fue exponencial. Los mil millones se duplicaron en menos de 100 años. Los 2 mil millones pasaron a ser 4 mil millones en 1975, en menos de 70 años. Hoy, 34 años más tarde, somos 6.800 millones. Para el 2050 seremos 2.500 millones más (9.300 millones): ¡un aumento equivalente al total de la población mundial hace 50 años!

Eso no es todo. Acabo de leer que África ya pasó los mil millones. En el Sahel se está acabando el agua, la deforestación sigue el sida está rampante; hay varios países al borde del colapso y al menos uno, Somalia, ya ha sido declarado país inoperante (por el momento es base de piratas). La reacción es la de toda especie ante una crisis de extinción: reproducirse. Muchos niños morirán, pero algunos sobrevivirán, sobre todo aquellos que nacen con el defecto genético de no tener proteasa, que los hace inmunes al sida. Una nueva selección darwiniana. Mientras tanto, los que pueden se van, remando botes y tratando de llegar a Europa.

En Asia sur oriental también va en aumento la población, en todos los lugares donde hay analfabetismo, subdesarrollo y pobreza. La deforestación se produce donde hay que sembrar más panllevar para alimentar a la creciente población o vender madera para comer. Mientras tanto, en el mundo desarrollado se sigue quemando cada vez más hidrocarburos. La extracción de materias primas y la tala de bosques han alterado ecosistemas más allá de la recuperación.
El crecimiento de la población humana y sus niveles de consumo tienen un ritmo que la evolución no puede compensar.

Por otra parte, irónicamente, se legisla contra el aborto y el control de la natalidad, sabiendo que esto solo empujará a la práctica ilegal. Habrá más pérdidas de vidas de madres y aumentarán los huérfanos. Aunque este tema ya ha sido tratado muy didácticamente por profesionales de la salud, no se necesita mucha perspicacia para darse cuenta que es algo de efecto negativo.
LA DEPENDENCIA
Una de las características de este nuevo milenio es el cambio de la población rural a la urbana. Por primera vez más gente vive en las ciudades que en el campo. Las gigantescas aglomeraciones son totalmente dependientes de la energía. Los alimentos llegan de afuera, se procesan y conservan con energía eléctrica (generalmente generada con hidrocarburos). El agua se bombea y a los edificios se llega por ascensores. Las aguas servidas y el retiro de desperdicios requieren de energía. Una crisis energética seria paralizaría las ciudades y con ello a más de la mitad de la población mundial.

Ni siquiera he mencionado el efecto de la combustión de hidrocarburos sobre el clima. Hoy se tiende a dar prioridad a la crisis económica discutiendo si el cambio en nuestros hábitos de consumo tendría efecto negativo sobre la economía. Por otra parte, cuando la economía se recupere, el petróleo recuperará su precio. Ha tomado 300 millones de años formar los depósitos de hidrocarburos y menos de 150 años para llevarlos cerca del agotamiento. Hoy se discute si queda para 30 o para 50 años más; en verdad, al lado de los 300 los millones necesarios para reponerlos, la diferencia es irrelevante.

SALVAR EL PLANETA
Cada cierto tiempo oímos y leemos llamados para salvar el planeta. El planeta no necesita que lo salven; no tiene problemas y sobrevivirá. La naturaleza no es ni buena ni mala, solo es. Los adjetivos “bueno” y “malo” aplicados a la naturaleza siempre están referidos a nuestras posibilidades de sobrevivir. En términos generales. es bueno lo que nos facilita el sobrevivir y malo lo que lo dificulta. El planeta sobrevive siempre, con o sin osos polares, con o sin bosques y evidentemente con o sin gente.

Nuestra posición con respecto al planeta es la de hacerlo más habitable y menos hostil a nuestra supervivencia. Para ello hemos introducido una serie de modificaciones cuyas consecuencias no hemos medido. El equilibrio natural de los ecosistemas que encontró la humanidad cuando comenzó a multiplicarse, pasados ciertos límites de intervención humana, pierde su elasticidad. Algunos los hemos modificado más allá de toda recuperación. Europa, de una densa selva, se ha convertido en un gran campo agrícola sembrado de ciudades y cruzado por carreteras, puentes y líneas de ferrocarril.

En la mayoría de los casos los cambios han sido favorables a nuestra supervivencia, con lo cual hemos podido explosionar en números y simultáneamente aumentar nuestra expectativa de vida. Esto está cambiando bruscamente, en forma desequilibrada, afectando en primer lugar a las poblaciones más vulnerables. Estamos alcanzando niveles insostenibles de consumo, dependencia y alteración de ecosistemas. Frenar el crecimiento poblacional es indispensable, pero definitivamente no es lo único. Un cambio de la matriz energética por parte de los países del Primer Mundo es impostergable.

En nuestro caso, un cambio de hábitos de consumo sería muy conveniente, aunque no tendrá impacto en el mundo. Además de tratar de frenar la población, debemos dar prioridad a la conservación del agua. Me dicen los agricultores que nuestra producción de alimentos está directamente ligada a la disponibilidad y control del agua. También debemos evitar la destrucción por contaminación, por explotación de minerales, deforestación, etc. La dramática foto de los mineros informales en Madre de Dios es un recuerdo escalofriante de lo que está pasando en nuestro país.

Debemos recordar que no se trata de salvar el planeta, el planeta sobrevivirá de todas maneras, aunque nos caiga el meteorito o nos revienten los mayas en el 2012. Lo más probable es que, al paso que vamos, mucho antes del gran cataclismo, hagamos el planeta inhabitable para nosotros y todas las especies que hemos creado como dependientes. Hay mucho por hacer y queda poco tiempo.

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